Las noches dan miedo


Traspasa la mirada cerrada en el ojo del despojo. Llueve. En tu cuerpo de espantapájaros, colocas una manzana sobre el cabello estropeado, al tiempo en que las cerezas brotan por la mano que posó dos y seis divorcios. Ubicas el que hacer mas que menos en la mesa donde un restaurador es invitado a mirarnos, en ti se pierde, a mi me insulta. Nos tomamos un poco de tiempo bajo una propuesta y azúcar. 

Le dices al momento que no, con sacarina (puto caos), el azúcar alegra mucho y la felicidad ha despertado demasiado pronto para irse sin avisar (puto desastre), sin denotar mas que una maleta cubierta de letras. Hablas con un libro calzado en tacón, al tiempo cuando caminas escuchando ese piano que grita sin haber acabado la noche, mientras bailando entran tres pegasos por la ventana.

Del cielo llueven cuatro pájaros que entre cervezas y ferias te proponen abalanzarse sobre el sentido de aquel estarte de hipocresías felicitas. Tu subes el volumen, él no te escucha, sus padres se van sin haber dado la luz, nos detenemos en un pasillo caminante de brujas, leones, hombres de hojalata, calles infestas de lluvias, tu cuerpo empieza a desnudarse sin espantar, sin pájaros. Te desnudas. 

Me dices que no, que ya no es el momento, que buscas vestirte dilatada en esa que no es sin una dos ediciones, la que inseguramente nos hará perder el miedo a la seguridad socrática, sin poder emprender en el éxito perdido por dos caducidades pues no fue el árbitro, fuimos nosotros. Sonríes en eso que nadie comprende, nadie entiende, nadie quiere...



…y es que las noches dan miedo, cuando sobre las sábanas solo queda tu olor.